Mes: enero 2011
Director del mes (y ½): Carl Theodor Dreyer
“(…) debemos sustraer al cine de las restricciones del naturalismo. Debemos persuadirnos de la pérdida de tiempo que supone copiar la realidad. Debemos servirnos de la cámara para crear una nueva forma de arte y un nuevo lenguaje” (Carl T. Dreyer, Conferencia pronunciada durante el Festival de Cine de Edimburgo, 1955)
Nació en Copenhagen, Dinamarca, el 3 de febrero de 1889.
Murió allí, a los 79 años, el 20 de Marco de 1969.
Filmó veintitrés películas, desde 1919 hasta 1964. Entre ellas, ocho cortometrajes; cinco de estas fueron documentales.
De su filmografía veremos, por acuerdo entre algunos del grupo:
La Pasíón de Juana de Arco (1928)
Vampyr (1932)
Día de Ira (1943)
Ordet (1955)
“No conviene olvidar que la finalidad de la fotografía es atraer, por medio de la iluminación, la mirada del espectador hacia lo esencial de cada plano, por lo general la interpretación de los actores” (Dreyer, La fotografía en el cine danés, artículo publicado en B.T.)
El Pez que fuma (Chalbaud, 1977): 114 años de cine venezolano (1)
Como celebración de los ciento catorce años que cumple el cine venezolano este 28 de enero, dedicaré esta semana a ver unas cuantas de sus películas, más a manera de curiosidad, en algunos casos, y de recuerdo, en otros, pero sin la pretensión de que las escogidas sean obligatoriamente las más importantes o representativas de nuestro cine. La propuesta es celebrar viendo y hablando venezolano. Si otros del grupo se únen, adelante.
“No son hombres lo que he tenido sino metros de hombres, kilómetros de hombres, una autopista de hombres… pero se olvida, se olvida…” (La Garza)
Empiezo por El pez que fuma (1977).
Director: Román Chalbaud
Productores: Mauricio Walerstein y Abigail Rojas.
Guionistas: Román Chalbaud y José Ignacio Cabrujas.
Elenco: Miguel Ángel Landa (Dimas), Orlando Urdaneta (Jairo), Hilda Vera (La Garza) y Haydeé Balza (Selva María)
Fotografía: César Bolívar.
Virguito como fui, inquieto y emocionado, esta primera vez con una de las películas más famosas de Román Chalbaud, me gustó sobre todo por el olor y la música a melancolía que va adquiriendo el prostíbulo mientras se desarrolla la película, más que por el tinte de traición entre sospechas que levanta la llegada de Jairo. Entre las canciones, sus presentaciones y la presencia de La Garza, El Pez que fuma huele a burdel de despechados, aun cuando los personajes son apenas esbozados por actuaciones erráticas, aun cuando las pasiones más bajas y los sentimientos que despierta La Garza quedan apenas para la imaginación ya que la película no explora la química entre ella y sus dos hombres. La Garza es inolvidable por la fiereza de Hilda Vera, por su determinación que la impulsa como un instinto maternal hasta el final, pero queda la fantasía de una mujer más explorada y menos mitificada. La Garza es quien nos seduce a entrar en El Pez que fuma, tentados desde afuera como Dimas, viendo el cartel del prostíbulo, en una de sus borracheras, a un lado quedan las flaquezas de mafias y policías que la película intenta cubrir al mismo tiempo.
Ficha Técnica de Yi Yi: Un Uno y Un Dos (Edward Yang, 2000)
Ang Lee: Lujuria, precaución (2007)
Ang Lee: La Tormenta de Hielo (1997)
Fuimos prevenidos de una tormenta de hielo en televisión así como vimos los encuentros entre los personajes que transcurren como juegos de niños. Con una leve curiosidad, pero sobre todo con la indiferencia del que piensa que no está haciendo nada grave.
Estábamos ante la lluvia, resguardados bajo techo, en casa, pero los niños desearon salir a jugar. Cae el aguacero de la lluvia como empapa la frialdad que hay en la interacción entre Ben y Elena, entre Ben y Janey, entre Janey y George, entre Mikey y Wendy, entre padres e hijos. La despreocupación entre ellos se permea en nosotros como una angustia de que las indiferencias del corazón se cristalizan en estragos de la naturaleza.
Estamos atrapados en la tormenta de hielo, deslizándonos por el cristal quebradizo. Hemos experimentado como un niño con juguete nuevo pero con las incertidumbres y debilidades de un adulto. No se sabe cómo decirlo, mucho menos explicarlo, y aun así, la nieve cristalizó la angustia en el silencio. Lloramos con Ben, sin consuelo: el cinismo nos ha agrietado esta lámina fina de hielo que son las miradas, las palabras y las mentiras, nos han dejado con la incomodidad detrás de sus travesuras, con la ansiedad de lo inconcluso e irrecuperable.